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HOGAR DE SABINO pETSA, 2017

Sabino Petsa Tusag

Waimaku awajún, fundador de la comunidad nativa de Yutupis, distrito del Río Santiago

Publicado: 2020-08-15


El 11 de julio de este año intercambié las últimas palabras con Sabino Petsa Tusag. Por teléfono, por el celular de su nieta Grimanesa.

“Me quieren llevar a emergencia, a Nieva”

Sabino nació en las abras del Tuntanaim, de un cruce de linajes awajún y wampís, de cuando los nombres bastaban para narrar la vida de los hombres. 

Hablaba agitado, pero calmado en el teléfono. Recostado en su cama a pocos metros del río Kanús, Sabino mantenía el sentido del humor.

“Antropófago, has llamado a saludarme o a comerme. ¡Cuánto has demorado, no has venido con las otras dos antropófagas!”

Llevaba 15 días respirando el contacto con Wuhan. Llevaba una vida sintiendo el pulso del mundo.

“Yo no sé … la vida … puedo perder la vida en el viaje a la ciudad…”

Sabino viajó poco, pero experimentó el mundo. Fue un iinia cosmopólita desde temprana edad. El mundo lo visitó mucho, primero en las personas de Artemio Ríos y de Juan Tuchiya. Tremendos racimos de plátanos, leche caspi, pieles, azadones, sus hermanos Tsawán y Máximo. El sol quemaba en la playa de Yutupis, donde hoy más de 4 mil personas habitan la comunidad que logró fundar.

“Mejor quedarme, me dicen mis nuwas”

Conoció a Arminda y a Marta Ijisam en sus viajes por el Cenep. Partió la carne de monte en partes iguales. Fue docente y trabajó con Mili Larson y Jeanne Grover.

“Yo solo creo en Dios, es nuestro médico, el me va a proteger”

Contaba que le decían que loro no se casa con tucán. Por eso no aprendió a hablar inglés, pero ya dominaba el castellano. A ellas les enseñaba iinia chicham, awajún.

“Mi cuerpo no quiero que se quede allá… en Nieva, ni más allá…”

Cuando lo conocí, Sabino volvía de la chacra. Ruth y yo andábamos. Torso tostado, fibras visibles, pacos y boquichicos plenos en la piscigranja.

“Mis pacos comen todo, pero les doy plátano, cuatro cilindros al día, o yuca u ojé.”

Él me observaba aprender Nampets de Arminda por las noches. Paciente ella y paciente él.

“Los que van a Nieva, mueren…”

Sabino tomaba la preocupación de sus esposas, hijos y nietos. La sostenía. Recostado. Evaluaba escenarios. ¿Cómo te sientes, Sabino?

“El pulmón no me duele”

¿Nada?

“La cabeza no me duele”

¿Cuántos días estás así?

“Sólo no puedo respirar…”

El 2016, compartíamos tazones de chicha de maíz, historias, canciones.

“El que me trajo hasta aquí, es el Ucayali, con su serpentear yo surcándole voy, hacia ti mujer, para mi vivir, yo te he de querer ...”

Lo escuchábamos, lo imaginaba, sentado en la cabecera de su mesa, navegando un río que nunca conoció …

“Rodrigo, … solo necesito oxígeno”

Ruth organizaba colectas, para medicinas, para oxígeno.

“Mi cantar es así, para ti mujer con amor, Contamana te vio nacer, con mucho placer”

Sabino imprimió su visión en su formación de la comunidad desde que convenció a los clanes vecinos a descender del monte, a reunirse cerca de la escuela.

“No necesito nada, no me falta nada, … eso nomás, oxígeno nomás, Rodrigo”

Le gustaba recordar cuando con su hermano Tsawán, rechazó, con amenazas, la carabina por la que el patrón Tuchiya quería que trabajaran meses en el monte rasgando cortezas, juntando balata, cocinando leche caspi, extrañando a sus esposas, pensando en que tal vez así era el mundo más allá del Majanú.

“Mi cantar es así, para ti mujer con amor, Contamana te vio nacer con mucho placer”

Ruth y yo nos despedimos. Sabino, ¿cómo hacemos?

“Vuelves pues, más tarde seguimos conversando, pero vuelves”

Le abracé por última vez este febrero. Apenas chispeaba, “vuelvo mañana, Arminda preparará masato para mi”, me despedí. Al día siguiente se cayó el cielo, imposible surcar de Shebonal a Yutupis con esa lluvia. Luego enfermé y tuve que volver a Lima sin visitarlo.

“Rodrigo, si voy a la ciudad buscando oxígeno, si muero, quiero volver a mi familia”

Sabino Petsa Tusag murió el 24 de julio del 2020 en Chiclayo. Trece días antes quedamos en volver a conversar antes de cortar la llamada telefónica. Su hija Divina Petsa y su yerno, Gerson, escoltaron su cuerpo de vuelta a la comunidad de Yutupis el 25 de julio.

Sabino fue el primero en ejercer el derecho indígena a retornar para ser despedido por los suyos en su tierra, en el marco de la pandemia por la Covid-19. Su cuerpo regresó a Yutupis en cumplimiento de la directiva sanitaria 112-2020/MINSA, protocolo de manejo de cadáveres de bioseguridad intercultural que formulamos varias personas y entidades públicas. Ese sábado, mientras Sabino volvía hacia el río Santiago, yo recordaba lo mucho que había temido ese desenlace mientras colaboraba en la elaboración de esa directiva. Pensarlo había sido casi tan duro como vivirlo.

Sabino, apachi, ajum chichasmí, shig kanagta. 

Ruth, mina ubag, wainiami, see kuashat. 




Escrito por

Rodrigo Lazo

MA en Antropología. Investigador y estudiante doctoral de la Universidad de Massachusetts-Amherst y profesor PUCP.


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